Durante las últimas semanas nos hemos enfrentado a dolorosas noticias en donde nuevamente vemos cómo mujeres sufren las consecuencias de diversas formas de violencia de género. Violencia que incluso en el contexto de una de las mayores crisis sanitaria del último tiempo, no nos deja descansar…
Es por eso que nuevamente se hace patente la necesidad de un trabajo con perspectiva de género para enfrentar los distintos desafíos que se vienen sobre todo ahora luego de la pandemia. De esto el trabajo psicoterapéutico no queda fuera, ya que el no considerar estas variables puede llevar a perpetuar estas formas de violencia, y a no reconocer las variables que aparecen frente al malestar individual debido a ellas.
¿Qué es la violencia de género?
Para empezar, primero tenemos que entender a qué nos referimos con género. Entendemos por género los atributos que como sociedad se asignan o espera sean hombres y mujeres. Estas nociones son constructos sociales, o sea, no son atribuciones que vienen de nuestra “naturaleza humana”, sino que se han construido históricamente en relación a las expectativas sociales asociadas a cada sexo, e influyen en cómo se comprenden y desarrollan las relaciones entre las personas en una sociedad.
Ahora bien, las Naciones Unidas entienden “todo acto de violencia de género que resulte, o pueda tener como resultado un daño físico, sexual, o psicológico para la mujer, inclusive las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la privada”. Es importante señalar que si bien todos podemos ser víctimas de diferentes formas de violencia, cuando hablamos de violencia de género nos referimos a formas de violencia que se enmarcan en una estructura social que perpetúa las relaciones de asimetría entre lo masculino y femenino, en donde se posiciona a las mujeres en un lugar de subordinación frente a lo masculino.
La violencia de género toma diferentes formas y deja una huella en la vida de las mujeres. De acuerdo al informe “Policy Brief: The impact of COVID-19 on women” [1] la crisis sanitaria mundial tendría consecuencias desproporcionadas entre hombres y mujeres. Esto ya que a lo largo del mundo, las mujeres no sólo ganamos menos, sino que también tenemos menos acceso a protección social, educación, salud, entre otros, por lo que la capacidad de absorber momentos económicos inciertos es menor a la de los hombres, amplificando las brechas sociales ya existentes, situación que se amplifica en países en vías de desarrollo. Esta sería una de las maneras en que la violencia de género se refleja, en donde las relaciones sociales y políticas construidas a partir de un modelo patriarcal de sociedad amplifican las inequidades existentes entre hombres y mujeres.
Otro ejemplo de ello, más visible y doloroso, es la violencia doméstica: en el primer semestre de este año, distintos medios nos advertían que las medidas de confinamiento implementadas para enfrentar la propagación del COVID-19 estarían teniendo como efecto colateral el aumento de los casos de violencia doméstica hacia las mujeres en Latinoamérica. En Chile la línea de emergencia 137, dependiente del Ministerio de Justicia y DDHH, reportó un aumento del 67% en llamadas de mujeres pidiendo ayuda en comparación al mismo mes de abril el año anterior, mientras que la línea 144 registró un aumento del 40% de las llamadas desde el inicio de las cuarentenas [2]. A pesar de esto, se observa una caída de un 18,6% de las denuncias por violencia doméstica, la que podría estar asociada a las restricciones de movilidad en todo el país [3], lo que hace mucho más difícil no sólo acercarse a los diferentes dispositivos a solicitar ayuda, sino que también dificulta la entrega de la misma. Por otro lado, la Red Chilena contra la Violencia hacia la Mujer, esta tercera semana de septiembre del 2020, ya registra 38 casos de femicidios, 3 suicidios femicidas*, y otros 4 asesinatos por violencia femicida** [4]
Estas son algunas de las maneras en las que se refleja la violencia de género en distintos ámbitos de nuestra vida y sociedad. La violencia trae de la mano consecuencias innegables en la vida de mujeres y niñas que son víctimas de violencia: a nivel social vemos como consecuencias las inequidades estructurales en acceso a protección social y servicios básicos como lo es educación, salud o justicia, como sucedió con los casos de Antonia o Ámbar; a nivel individual, como consecuencias vemos desde trastornos mentales como depresión, ansiedad, problemas de consumo, hasta daños físicos como lesiones provocadas por violencia física o autoinflingidas, traumatismos, infecciones de transmisión sexual, hasta el suicidio o muerte (femicidio).
¿Y por qué es necesaria una perspectiva de género en el trabajo psicoterapéutico?
Cuando hablamos de perspectiva de género, en términos generales nos referimos a reconocer cómo las nociones tradicionales respecto a lo que se espera seamos hombres o mujeres, el género, afectan los modos en los que concebimos la vida social y privada. Estas nociones son constructos sociales, o sea, no son atribuciones que vienen de nuestra “naturaleza humana”; sino que se han construido históricamente en relación a las expectativas sociales asociadas a cada sexo. Esto implica reconocer que estas tienen una influencia en los distintos ámbitos de la vida: cómo concebimos las relaciones de poder, el hacer sociedad, política, familia… el cómo hacemos vida y finalmente cómo nos hacemos nosotros mismos.
Y ahora, ¿qué tiene que ver todo esto con el trabajo en psicoterapia? Pues creemos que todo que ver… Ya que al comprender a las personas como siempre situados corporal y afectivamente en un mundo y en relación con otros, estas variables tendrán un efecto en el cómo nos construimos nosotros mismos, así como en la forma en que nos encontramos y construimos vida con otros. El rescatar la singularidad de cada quien en el trabajo psicoterapéutico no es un trabajo ciego al contexto social y cultural en el que nos desenvolvemos, sino que es necesario tener presente cómo éstas influyen en cómo hacemos vida y construimos nuestro proyecto propio. Las expectativas asociadas a lo que se espera seamos hombres y mujeres tienen un impacto en cómo construimos identidad, cómo establecemos relaciones en el ámbito privado y público, y así también justamente en el malestar que vivimos.
El no considerar estos aspectos nos lleva a desconocer la complejidad de cada persona, de su sentir y de su malestar; nos puede llevar a invisibilizar el impacto que tiene para cada quien estas nociones, replicando estos discursos y llevándonos al riesgo de perder a quién tenemos en frente, o incluso al riesgo de revictimizar a aquellas mujeres víctimas de las distintas formas de violencia en sus vidas.
El trabajo clínico y la posición del terapeuta no es una neutra, por lo que creemos en parte de la ética y responsabilidad como psicólogas el reconocer estos aspectos en el trabajo clínico.
* Suicidio cometido por una mujer que tienen como antecedentes actos de violencia de género cometidos hacia ella.
** De acuerdo a la la Red Chilena contra la violencia hacia las Mujeres, se contabilizan 4 casos de menores de edad que fueron asesinados en el contexto de agresiones hacia sus madres.
[1] Pueden revisar estadísticas recopiladas más en detalle en el enlace: https://www.unwomen.org/-/media/headquarters/attachments/sections/library/publications/2020/policy-brief-the-impact-of-covid-19-on-women-en.pdf?la=en&vs=1406
[4] http://www.nomasviolenciacontramujeres.cl/registro-de-femicidios/ , revisado el 2 de octubre del 2020
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